sábado, 28 de octubre de 2017

Protesta telúrica: Yacaré

El paso de provincia a Retiro tiene su propio territorio. El tren lo imprime a gran velocidad, lo impacta. Cerca de las cinco de la tarde, los colores ocres lo inundan todo. El olor  a comida, los poemas de los vendedores ambulantes que quedan atrapados en la repetición y  la pobreza, que yace en un descuido triste e insistente. El reflejo dorado, que va a desplomarse caída la tarde, nos sigue hasta un teatro rodeado de esculturas de chapa (el ocre otra vez). A metros de Retiro, está El Gato Viejo, una sala de teatro del Predio Carlos Regazzoni.


El bar, la sala de exposiciones,  el bodegón, el taller y la cava de Regazzoni comparten una estética y un mensaje de redención: aquello que fue dado por muerto, aún podría ser salvado. Y allí, el salto hacia la obra se sucede sin demasiado esfuerzo.


“Yacaré”  es un manifiesto: grita su miseria y exige su urgencia. La actriz protagonista (Gisela Rebichini) es la personificación de la tierra, su flora y su fauna; y desde allí expresa su denuncia y se desata un llamado desesperado. Comparte algunas palabras del castellano para encontrarnos desde el idioma, en los signos consensuados; aunque rápidamente, apunta hacia aquello que reside en lo innato, al origen olvidado.  En círculo, su público, la observa y escucha. Ella nos mira, nos interpela sin incomodarnos: el rigor de la empatía se se siente como una invitación delicada.


Desde la música y los gestos nos demanda su atención, nos relata un cuento que se repite. El flagelo de la tierra y todo lo que nace en ella - sus “críos”-, a causa de la ambición. En otras palabras, el pretexto del progreso sostenido en la destrucción.


La actriz viste un atuendo que nos recuerda a nuestros pueblos originarios, aquellos que supieron ser testigos. Sus movimientos nos remiten a un ritual, también cercano a aquella cosmovisión. El sonajero de uñas atado a sus tobillos marca el ritmo que vamos a transitar en la obra. Se trata de una suerte de cadencia propia de la armonía, entre cantos, sonidos y movimientos suaves; que es interrumpida por la mano abusiva del hombre. Y allí percibimos las máquinas invasivas, los agrotóxicos, la irresponsablidad en el uso de los recursos naturales, la negación de los pueblos originarios y  con ella, ese otro modo de vincularnos con la tierra.


“Una ruta viene a separar una comunidad de su río y su monte” describe la sinopsis. La creación de una frontera, de un límite impuesto. El mismo que nos hemos condenado a defender hasta el absurdo. “Yacaré” viene a interpelarnos desde otro lugar, desde el lamento de la tierra. Se trata de un intercambio que sólo nos atrevemos a conceder a través del arte, y el grupo teatral ha sabido reconocerlo.


La obra dejó la sala, el sábado 21 fue su última presentación. Sin embargo, el mensaje revelado quedará, para ser alguna vez atendido. Finalmente rescatado.




*Las imágenes pertenecen a Marcia Ruetsch - fb MR Audiovisuales/ marciaruetsch.wixsite.com/audiovisuales




Ficha técnico artística
Actúa:Gisela Rebichini
Coreografía:Mariela Nussembaum
Fotografía:Mariana Manuela Bellone
Arte:Valeria Dalmon
Producción: Analía Bustamante
Dirección: Miguel Angel Madrid

No hay comentarios.:

Publicar un comentario