jueves, 16 de noviembre de 2017

Matar al padre: La casa esconde

Es domingo, día familiar por legado cultural, por imposición de la costumbre. Afuera el calor agota cada pisada y  el humo del colectivo hace migas con el aire denso. La boletería espera al fondo de un ambiente amplio: un oasis de frescura, con muebles y sillones blancos. Una suerte de remanso. La función será al lado, y la curiosidad empuja a entrever el espacio desde una puerta a medio abrir. Se dejan ver sillas con papel corrugado, y una tonalidad dorada como emulando el paso del tiempo. En el fondo, finaliza una función para niños: pasan por delante, sonrientes, sosteniendo globos. De repente la excepción se presenta: un nene se niega a sostener esa ilusión colorida y volátil. La madre se impone, con cariño, como se asienta la herencia algunas veces: “te lo ato a la muñeca, no tengas miedo; no va a ser el único globo que vas a tener en tu vida hijo”. A los pocos minutos, el asistente da comienzo a la función.


Los actores en escena son cuatro, pero los personajes son alrededor de diez. María Milessi, Julieta Halac, Luis Gritti y Santiago Fondevila, se atreven a personificar a varias personas. Lo hacen desde una transformación actitudinal: cambios en los modos de decir las cosas, en los gestos, y lo concluyen desde lo estético. Cada actor, como en un juego de la silla, se transforma, y el cambio de piel es absoluto. Coquetean con algunos detalles propios de los estereotipos, pero no caen de manera definitiva en ninguno de ellos. De esta forma, los personajes que evocan no se parecen entre sí, y tras lo primeros giros, resulta posible reconocer este mecanismo. La variación en la vestimenta entonces, se vuelve un elemento importante en aquella revelación.


Otra particularidad de la obra es su dramaturgia, que surge de un trabajo colectivo; así como también la escenografía de esta temporada en una de las salas del Camarín de las Musas: un cuarto antiguo compartido entre actores y  público. Las butacas que rodean la escena, vuelven la participación de este último, más íntima y menos omnipresente. La historia, dirigida por Miguel Israilevich, nos es dada en pausas, en pequeños registros.


Por otra parte, otra variante que presenta la pieza teatral es que no utiliza musicalización: la ausencia de elementos sonoros, también provoca un descubrimiento  en capas del relato.

“La casa esconde” es una propuesta del teatro independiente, que no sólo establece esta multiplicidad de personajes encarnados por los mismos actores, sino que propone un circuito espacial y temporal en constante fluidez. La estructura temporal es simultánea y gira en torno a dos temas nodales: la muerte del padre de algunos de estos personajes y su cotidianeidad afectiva. Cada uno de estos hermanos, ha sostenido un vínculo diferente con su progenitor, y el patrimonio de una casa está en disputa. Sin embargo, allí se debate algo más que una continuidad material: la descendencia como herencia emocional yace en el trasfondo.


La obra nos invita a cuestionar aquellos condicionamientos que recibimos en nuestras crianzas, y nos enfrenta a la idea de transformación. A partir de la muerte del padre, admirado y odiado por estos personajes, el relato se debate entre  la deconstrucción de  la institución familiar, y la  reproducción de lo adverso en nuestra propia prole. Hacia el final, emerge la pregunta necesaria: ¿alguno  de ellos será capaz de perturbar el peso de lo aprehendido? “La casa esconde pero no roba”, brota como eco, en el parlamento de uno de los personajes; y se erige como posible respuesta.






*Las imágenes pertenecen a Marcia Ruetsch - fb M.R. Audiovisuales/ marciaruetsch.wixsite.com/audiovisuales


Ficha técnico artística Texto: Santiago Fondevila, Luis Gritti, Julieta Halac, Miguel Israilevich, Carla Pandolfi Actúan: Santiago Fondevila, Luis Gritti, Julieta Halac, María Milessi Diseño de vestuario y escenografía: Isabel Gual Diseño de luces: Sandra Grossi Asistencia de dirección: Diego Torben Prensa: Mariana S. Lopez Producción: Julieta Halac
Dirección y Diseño gráfico: Miguel Israilevich

EL CAMARÍN DE LAS MUSAS Mario Bravo 960  - Capital Federal Teléfonos: 4862-0655 Web: http://www.elcamarindelasmusas.com Domingo - 19:00 hs - Hasta el 26/11/2017
Entrada general: $ 200/ Jubilados: $ 150 (presentando acreditación)



viernes, 10 de noviembre de 2017

El arte y el deber: Recorte de Jorge Cárdenas cayendo

En el mes de diciembre de 2001 en Argentina se desató un desenlace inevitable. El país estaba sumido en una crisis económica y social; y el malestar se expresaba en las calles, en un mismo grito: “que se vayan todos”. La crisis institucional fue inminente. Durante los días 19 y 20 del último mes de 2001, hubo saqueos y una  protesta social en ascenso. Pobreza, desempleo, “Corralito”, “Cacelorazo” y Estado de sitio, son los elementos que componían aquel escenario. Mientras tanto, tras bambalinas, el presidente escapaba en helicóptero. Represión, heridos de bala y muertos, también fueron parte de aquel paisaje del horror. La primera imagen de aquella violencia institucional desbordada, fue la de Jorge Cárdenas. Su cuerpo herido, tras haber recibido dos disparos de bala de plomo, yacía en las escalinatas del Congreso. Cárdenas se desangraba y se convertía en el símbolo  vulnerado  de aquella brutalidad. Sobrevive y finalmente, muere siete meses después. Durante los juicios penales que se efectuaron a los funcionarios de entonces, su muerte (aunque no fue juzgada), fue utilizada como referencia por los jueces de la cámara federal. Hoy, a casi 16 años de esa pena histórica, su figura se erige a través del arte.
La Compañía Terceto sostiene a Cárdenas en el imaginario popular e insiste en su existencia desde un lenguaje diferente al de los medios, e incluso, al del relato histórico. A través de las herramientas expresivas del circo contemporáneo, proponen una resistencia frente a la violencia institucional, y para ello, alzan un símbolo de la tragedia. El cuerpo herido de Cárdenas es el hecho disparador de la obra, y va imponer el clima inicial: una tensión evidente a través de la protesta y los saqueos. Los cuerpos de los tres intérpretes, Florencia Montaldo, Patricio Testolín y Pablo Iván Censi, se convierten en un territorio extendido y denso, que se niega a la acción colectiva y puja por obtener lo propio. Sin embargo, no logran ser individuos; sino un cuerpo afectado. De repente, el clima se transforma y el público comienza a aceptar este nuevo contrato de lectura.
La invitación indirecta a aquella propuesta, lo estableció la música. La fusión entre el sampleo de Fernando Toth y la percusión con elementos atípicos de Juan Ciovini, distinguieron los ritmos de aquella deconstrucción. Ese clima sonoro acompañó el relato de los tres intérpretes, que demostraron un conocimiento corporal y una destreza brutal en cada figura.
Sublimación, sensibilidad y un concepto hermoso de fragilidad  rodeaba cada acrobacia. Entonces son los gestos y  las extremidades  las que narran la historia: no existe libreto, pero sí un esquema coreográfico. Los cuerpos se sujetan, se combinan, y luego rompen el equilibrio: vuelven a separarse. En aquél diálogo, nos conectan con la muerte de un otro, la vuelven figura, una y otra vez; quitándole el velo de la normalidad. Lo ajeno se hace propio, lo privado se vuelve público, y lo olvidado, se hace carne.
Esta manifestación, denota la participación del cuerpo como un medio expresivo, en oposición a un sistema que lo obliga a ser objeto de consumo y de control. Por el contrario, aquí, es un medio de intervención; no una entidad intervenida.  El circo contemporáneo, a través de la danza y el teatro, habilita un tipo de comunicación que nos alcanza como si no existiera una mediación. De ese modo, existe un mensaje político de denuncia y de resistencia a través del arte. Un deber que se adjudica: su propio sentido de justicia.
*Las imágenes pertenecen a Marcia Ruetsch - fb M.R. Audiovisuales/ marciaruetsch.wixsite.com/audiovisuales



Ficha técnico artística Compañía Terceto, Juan Pablo Gomez Intérpretes: Pablito Censi, Florencia Montaldo, Patricio Testolin Músicos: Juan Ciovini, Fernando Toth Diseño de luces: Matías Alejo Sendon Diseño gráfico: María Belén Saralegui Asistencia de dirección: Sofía Etcheverry Producción ejecutiva: German Garcia, Luciana Sanz
Asistencia coreográfica: Barbara Alonso
Colaboración y entrenamiento en danza:  Martina Kogan Dirección: Juan Pablo Gómez Dirección general: Cia Terceto, Juan Pablo Gómez

EL GALPÓN DE GUEVARA
Guevara 326 - Capital Federal
Teléfonos: 4554-4588
Web: http://www.galpondeguevara.com
Sábados - 23:00 hs - 11,18 y 25 de noviembre

A la gorra

sábado, 4 de noviembre de 2017

La juventud negada: Facfolc, un manto de neblina

Habilitan la sala y subimos unas escaleras. Desde el marco de la puerta, se huele aroma a tierra fresca. Atravesamos el espacio a media luz, las butacas y personajes esperan ser encontrados. No existe un telón, no se oscurece la sala para dar comienzo, no se oye música para indicar su inicio: los actores se vuelven personajes como en una especie de continuidad con la vida. Un reflector apunta la crudeza de sus rostros; “FacFolc” habla de la guerra de Malvinas.

Antonio nos cuenta su experiencia en esa guerra de 1982. El tramo final de la dictadura iniciada en 1976, el último intento de las Fuerzas Armadas por sostener un relato de reorganización nacional: la defensa de la patria frente a agentes externos. Un argumento absurdo que unido a la anestesia propiciada por el mundial de fútbol y el ocultamiento de los medios masivos nacionales, hacía de la guerra un espectáculo.  “FacFolc” destruye las trincheras locales: devela gran parte de la sociedad escondida en el mito de una guerra satisfactoria.


La experiencia del protagonista, viene a denunciar ese relato trunco. Nos habla desde una adolescencia corrompida, que termina de quebrarse el día que lo citan para pelear en las islas del sur. La narrativa de la obra es heterogénea, y no se detiene en una única faceta de la guerra. La concibe eternamente maldita: no tiene un final, es una daga que lo atraviesa todo. Los personajes repiten el parlamento como trayendo un eco doloroso e intenso. Antonio y sus compañeros de la guerra, lloran del miedo, tiemblan del hambre y guardan un grito desesperado por su madre.


Allí entramos en otro hilo conductor del relato: la despedida del protagonista y su madre Teresa. El recuerdo de este adolescente se dispara como una fotografía desde distintos ángulos: en uno la preocupación maternal, en otro la desesperación por negar la gravedad de esa citación; y finalmente el gesto que emerge como huella necesaria, a la que uno recurre cuando el mundo duele: la caricia del ser querido. Aquí la madre, que se aferra a sus piernas y se abraza a sus rodillas para no dejarlo ir. Esta escena se repite y suma elementos cada vez, como suspiros largos, que nos permiten presenciar esa partida. Aquella  insistencia no deja de reparar en el rol de hijo de los Antonios que fueron a Malvinas.  La inocencia de esos jóvenes -sus recuerdos felices- , son traídos a escena, para ser rápidamente asaltados.


De ese modo, la memoria no se detiene en el fracaso que representa por sí misma la guerra, también nos recuerda sobre otras adolescencias bastardeadas de los años anteriores a la misma. Los jóvenes universitarios militantes secuestrados con violencia y sometidos a la tortura. Antonio también recuerda a su amigo desaparecido.  


La estructura narrativa de la obra, escrita y dirigida por Fernando Locatelli; no es lineal, sino que da cuenta de la influencia  agobiante que aquellos recuerdos generan en el protagonista. A través de una dramaturgia contundente pero alejada de mensajes encriptados, “FacFolc” nos devuelve imágenes sensibles y metáforas inequívocas. La  conciliación precisa de musicalización e iluminación se solidariza con el alcance certero de la obra.

Asimismo, la composición versatil  de Cristian Aguirre, Guido Díaz y  Guillermo Mac Donell - los tres actores en escena - , es un elemento determinante de la representación. Cada uno interpreta más de un personaje, incluso el mismo; en distintas épocas y circunstancias. Lo hacen de un modo minucioso y fiel. Atentos a los detalles, recrean figuras y acontecimientos que implican un trabajo corporal intenso. En aquellos yeites, logramos apreciar la singularidad de los recursos que ofrece la representación teatral.

“FacFolc” es un regreso necesario. Desde un abordaje poco explorado, la experiencia adolescente en primera persona, la obra reconstruye la memoria como lo que es: la retención  fluctuante y aprendida de nuestras experiencias. En aquella sinceridad, reside  su particularidad, que sin caer en lugares bajos; sostiene su agudeza, incluso en el final.





*Las imágenes pertenecen a Marcia Ruetsch - fb M.R. Audiovisuales/ marciaruetsch.wixsite.com/audiovisuales



Ficha técnico artística
Dirección y Dramaturgia: Fernando Locatelli
Actúan: Cristian Aguirre, Guido Díaz, Guillermo Mac Donell
Fotografía: Gustavo Marión
Entrenamiento corporal: Julie Cristal
Asistencia de dirección: Ángeles Clavijo
Coreografía: Julie Cristal



KOWALSKI CLUB DE CULTURA
Billinghurst 835  - Capital Federal
Reservas: 2060-6493

Entrada: $ 180,00 / $ 120,00 - Sábado - 22:30 hs - Hasta el 16/12/2017