sábado, 28 de octubre de 2017

La vigilia deseada: Pompidú

Una definición legítima de salud mental la describe como  “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Dicho esto, ¿Cuántos de nosotros podemos reconocernos sanos?


En términos generales - abismales- el propio Freud en “El malestar de la cultura”, desnuda los mecanismos represivos de nuestra sociedad; denuncia los efectos que estos provocan, y los liga a la culpa. Explica que el super-yo, es decir, los pensamientos morales y éticos que recibimos de la cultura, se imponen frente al yo, generando una necesidad de castigo frente a los impulsos.


Desde aquí, es decir, sobre un plano menos pernicioso, podemos introducirnos en “Pompidú”. La obra, escrita por Catalina Piotti, nos propone un recorrido cándido para abordar la locura, pensándola como una serie de impulsos que no logran adaptarse a las exigencias del mundo actual. Cuestiona desde un camino sensible los métodos evasivos contemporáneos, y nos propone,en cambio, posicionarnos en un lugar de empatía; incluso de identificación.

Érica (Alejandra Sabbatella) es una joven artista que crea un mundo imaginario para sobrevivir a su pasado. Su madre fallece, y su padre se aleja y forma una familia en París. Tras su primer visita a Francia, Érica permanece distanciada de sus hermanos, de su padre  y de la esposa de él. Sólo retiene un recuerdo doloroso de ese encuentro, y a lo largo de la obra, va a intentar desentrañarlo.


En ese proceso, la protagonista crea una manifestación ideal: un compañero (Lucas Tavarozzi), comprensivo y estimulante, con el que mantiene una relación amorosa. A través de él, se despliegan los pensamientos más subversivos de Érica: aquellas pulsiones de vida y de muerte no reprimidas.


Asimismo, la propuesta de “Pompidú” está atravesada por dos elementos: uno, la seguridad que promueve el entendimiento y acompañamiento de un otro. En este caso, la presencia de la tía de Érica (Claudia Krizaj), un personaje que esconde un giro en la trama. Otro, la presencia del arte pensado como una herramienta catártica y expresiva, como una posibilidad de deconstruir y construir a la vez.


De esta manera, su relato, a través del  lenguaje poético, gira en torno al mundo de los dormidos y los despiertos. Aquello me recuerda una escena de Breve Cielo, película argentina de 1969, en la que Delia (Ana María Picchio), advierte que la sociedad de clase media dormía: “todos duermen, vos también dormís”, castiga a Paquito (Alberto Fernández de Rosa), el joven representante de esa clase en el  film.  La obra teatral es un constante atentado a esa existencia dormida, que se oculta para sí los miedos, y reprime los deseos.  Una existencia, además, que niega lo evidente y se recluye en sí misma.


El desenlace nos encuentra proyectados en la dificultad del personaje. Sólo así uno descubre a qué mundo pertenece, si al adormecido o al de los desvelados.




VUELTA DE OBLIGADO 3587
Capital Federal - Buenos Aires
Teléfonos: 4701-9677
Sábado - 21:30 hs - Del 21/10/2017 al 11/11/2017




Ficha técnico artística
Dramaturgia y Dirección:Catalina Piotti
Asistente de Dirección: Yanina Ferraro
Actúan:Claudia Krizaj, Alejandra Sabbatella, Lucas Tavarozzi
Escenografía: Mamut diseño y Tomas Fallegas
Edición de sonido: Martín Miró

Protesta telúrica: Yacaré

El paso de provincia a Retiro tiene su propio territorio. El tren lo imprime a gran velocidad, lo impacta. Cerca de las cinco de la tarde, los colores ocres lo inundan todo. El olor  a comida, los poemas de los vendedores ambulantes que quedan atrapados en la repetición y  la pobreza, que yace en un descuido triste e insistente. El reflejo dorado, que va a desplomarse caída la tarde, nos sigue hasta un teatro rodeado de esculturas de chapa (el ocre otra vez). A metros de Retiro, está El Gato Viejo, una sala de teatro del Predio Carlos Regazzoni.


El bar, la sala de exposiciones,  el bodegón, el taller y la cava de Regazzoni comparten una estética y un mensaje de redención: aquello que fue dado por muerto, aún podría ser salvado. Y allí, el salto hacia la obra se sucede sin demasiado esfuerzo.


“Yacaré”  es un manifiesto: grita su miseria y exige su urgencia. La actriz protagonista (Gisela Rebichini) es la personificación de la tierra, su flora y su fauna; y desde allí expresa su denuncia y se desata un llamado desesperado. Comparte algunas palabras del castellano para encontrarnos desde el idioma, en los signos consensuados; aunque rápidamente, apunta hacia aquello que reside en lo innato, al origen olvidado.  En círculo, su público, la observa y escucha. Ella nos mira, nos interpela sin incomodarnos: el rigor de la empatía se se siente como una invitación delicada.


Desde la música y los gestos nos demanda su atención, nos relata un cuento que se repite. El flagelo de la tierra y todo lo que nace en ella - sus “críos”-, a causa de la ambición. En otras palabras, el pretexto del progreso sostenido en la destrucción.


La actriz viste un atuendo que nos recuerda a nuestros pueblos originarios, aquellos que supieron ser testigos. Sus movimientos nos remiten a un ritual, también cercano a aquella cosmovisión. El sonajero de uñas atado a sus tobillos marca el ritmo que vamos a transitar en la obra. Se trata de una suerte de cadencia propia de la armonía, entre cantos, sonidos y movimientos suaves; que es interrumpida por la mano abusiva del hombre. Y allí percibimos las máquinas invasivas, los agrotóxicos, la irresponsablidad en el uso de los recursos naturales, la negación de los pueblos originarios y  con ella, ese otro modo de vincularnos con la tierra.


“Una ruta viene a separar una comunidad de su río y su monte” describe la sinopsis. La creación de una frontera, de un límite impuesto. El mismo que nos hemos condenado a defender hasta el absurdo. “Yacaré” viene a interpelarnos desde otro lugar, desde el lamento de la tierra. Se trata de un intercambio que sólo nos atrevemos a conceder a través del arte, y el grupo teatral ha sabido reconocerlo.


La obra dejó la sala, el sábado 21 fue su última presentación. Sin embargo, el mensaje revelado quedará, para ser alguna vez atendido. Finalmente rescatado.




*Las imágenes pertenecen a Marcia Ruetsch - fb MR Audiovisuales/ marciaruetsch.wixsite.com/audiovisuales




Ficha técnico artística
Actúa:Gisela Rebichini
Coreografía:Mariela Nussembaum
Fotografía:Mariana Manuela Bellone
Arte:Valeria Dalmon
Producción: Analía Bustamante
Dirección: Miguel Angel Madrid

sábado, 21 de octubre de 2017

Una isla de ensueño corrugado: Lo lindo de calzarse es pisar en cualquier lado

Afuera, una tarde de sol, de esas que invitan a salir a calle. Los mismos días que a media tarde, nos seducen y nos proponen una siesta. En El Portón de Sánchez el sábado pasado se combinaron  ambas  alternativas: salir a ver teatro y participar de un sueño en medio del Tigre.

“Lo lindo de calzarse es pisar en cualquier lado” nos coloca en un mapa onírico. En él, los tres personajes dialogan con sus fantasías y sus pasados. Juegan como niños con un material frágil, delicado: aquel que conllevan los recuerdos y el afecto.

La obra se centra en el viaje al Tigre que emprende una pareja joven durante el verano. La música country que interpretan en vivo, la iluminación y el vestuario, ayudan a situar a ambos personajes en medio de una isla, con un calor  de esos que a uno lo hacen verse lento.  La pareja entra a una casa abandonada, y allí se produce el encuentro con el tercer personaje: El Bocha. Este último, a diferencia de la pareja, no es ajeno a esa isla del Tigre. Tampoco al mundo onírico que se dispara allí.  La pareja está perdida y él los ayuda a regresar. Todo sucede como si cada actor dirigiera su propio devenir. El modo en que interpretan estos personajes es tan  excéntrico como la estructura narrativa de la obra.


Una vez que aquel espacio se afirma, El Bocha puede ser el varón de la pareja;  y su amor trunco, la chica. Pueden ser ellos mismos en un futuro; incluso pueden ser los recuerdos surgidos del delirio de El Bocha, de sus fantasías y fantasmas. Lo único posible de atrapar en esa trama, es la poesía creada por los diálogos lúdicos entre la pareja protagonista, la sensibilidad misteriosa de El Bocha y una escenografía, que realizada con elementos rústicos, nos convoca a un río y a un pantano.


El sábado pasado fue la última función. “Lo lindo de calzarse es pisar en cualquier lado”  es una metáfora, es un espejismo: las luces se apagaron como jamás presencié en una sala. El espacio era enorme y la iluminación nos hacía creerlo eterno. Los personajes se escondían entre los matorrales hechos de papel corrugado. Tocaban la guitarra, bailaban, jugaban a ser otros, se miraban a los ojos, y caían: en el sueño o la realidad, según los ojos de su público, y el amor que nos hayamos animado a concebir.





*Las imágenes pertenecen a Marcia Ruetsch - fb MR Audiovisuales/ marciaruetsch.wixsite.com/audiovisuales




Ficha técnico artística
Dramaturgia: Julián Rodríguez Rona
Actúan: Eugenia Blanc, Andrés Caminos, Ivan Moschner
Diseño de vestuario y escenografía: Cecilia Zuvialde
Diseño de luces: Matías Sendón
Realización de escenografia: Nicolas Botte
Música: Julián Rodríguez Rona, Brian Zditowski
Fotografía: Nicolás Levín
Diseño gráfico: Lucía Vanin
Asesoramiento coreográfico: Luciano Rosso
Asistencia de dirección: Natalia Andrea Badgen
Prensa:Carolina Alfonso
Producción: Natalia Andrea Badgen, Julián Rodríguez Rona
Dirección: Julián Rodríguez Rona

Lo personal es político: La Señorita Julia *

El público se ubica en fila, se ve desde la puerta. El teatro El excéntrico de la 18 tiene forma de L, y una vez atravesada la boletería, está la sala. El asistente nos invita a ingresar  y nos abrimos a un mundo creado dos siglos atrás. Desde los primeros asientos, se aprecian unas botas grandes e imponentes. Son casi irreales, parecen pertenecer a una deidad. Las luces se apagan e ingresan los personajes en escena.


“La Señorita Julia” es una obra escrita por el dramaturgo sueco  August Strindberg. Un precursor del naturalismo, también vinculado al teatro de la crueldad. Asimismo, se sospecha de la misoginia del autor, que asoma en el libreto de esta obra, adaptada por Alberto Ure y José Tcherkaski a fines de los años setenta.


El naturalismo responde a un tipo de puesta en escena e interpretación utilizada hacia fines del siglo XIX y principios del XX. A grandes rasgos, sostiene la existencia de una suerte de ley, que a través de la herencia biológica o la influencia del medio, afecta de una única manera, a la conducta humana. Asimismo, esta ley funciona de manera inexorable, es decir, como un condicionamiento determinante, acabado. En este punto, en medio de los debates históricos y actuales, es interesante pensar la propuesta de la obra y el modo en que nos interpela. Julia, interpretada por Belén Blanco, pertenece a la clase alta. Por su parte, Juan (Diego Echegoyen) es un plebeyo, trabaja en la casa de la familia. Se seducen y charlan sobre fantasías. En ese choque de clases, el autor pone de manifiesto una relación de poder entre las partes, que lejos de pensarse como posiciones móviles en constante disputa; se entienden como condicionamientos definitivos: de una vez y para siempre.  

Por otra parte, también se hace presente, la relación de poder atravesada por el género. Julia  es una mujer de la alta sociedad del siglo XIX. Su conducta, que yace  fuera de lo esperado socialmente, es interpretada como un desacato tan subversivo como necesario. Sin embargo, los dichos que sostienen la acción del personaje femenino, y el desenlace de la obra, esconden una trampa que es preciso rescatar de las garras de su autor.

Para dar luz y poesía a ese cruce, los actores hacen uso de su cuerpo. A lo largo de la obra se recrean figuras para representar el contacto entre Julia y Juan. El uso de la corporalidad para confrontar con el discurso determinista, es efectivo. Aquello nos invita a pensar cuánto de aquel determinismo hemos superado. Nos arrincona y nos pregunta cuántas relaciones de poder hemos dejado de naturalizar. Incluso, desde una visión atrevida y alejada de la época, nos vuelve a poner en contacto con aquel dilema de las primeras feministas de nuestro país, quienes enfrentaban las limitaciones de los partidos políticos a la hora de incluir sus intereses en sus plataformas. ¿Qué es prioritario, la lucha de clases o la lucha feminista? ¿Quién domina, Julia por ser de la alta  sociedad; o Juan, por ser hombre? Los actores nacen y mueren entre diálogos que rozan la locura. Juegan con los límites de sus personajes. De allí podemos inferir un elemento del teatro de la crueldad al que hacíamos referencia más arriba: impresionar a los espectadores mediante situaciones impactantes.



Al mismo tiempo la relación entre el personaje de Julia, y el de Cristina (Susana Brussa) es novedosa para entonces. Esta última es la cocinera de la casa, y está comprometida con Juan. Representa la aceptación de una conciencia de clase y la reconciliación con aquella determinación intransigente que propone el autor. El elemento innovador reside en plantear una relación de empatía entre ambas, en lugar de una enemistad entre los personajes femeninos; aún siendo dos estereotipos femeninos opuestos.

La tragedia que evoca la obra es pensada como un orden natural. En el camino, nos encontramos con sexualidad, enfrentamiento de clases y relaciones entre los géneros. La directora Cristina Banegas nos acerca una obra que discute con todos los cuestionamientos que nos ha dejado la historia. Se inserta en ella como un documento que nos recuerda quienes fuimos, y nos pregunta quienes somos ahora. “La Señorita Julia” imprime un discurso conservador desde una puesta moderna, y allí reside su pertinencia en nuestro presente: una punta para desnaturalizar las relaciones de poder impuestas.






*El título hace referencia al manifiesto feminista que sostiene la politización de lo personal[Barrancos, D. y otros (2009). Cuadernillo 3. En Feminismo como lucha social, autonomía y revolución. Buenos Aires: Socialismo Libertario.]


*Las imágenes pertenecen a Marcia Ruetsch - fb MR Audiovisuales/ marciaruetsch.wixsite.com/audiovisuales



Ficha técnico artística
Autoría: August Strindberg
Adaptación: José Tcherkaski, Alberto Ure
Actúan: Belén Blanco, Susana Brussa, Diego Echegoyen
Vestuario y Escenografía :Magda Banach
Iluminación: Verónica Alcoba
Realización de vestuario: Camila Orsi
Música original: Carmen Baliero
Fotografía: Francisco Castro Pizzo, Luz Soria
Diseño gráfico: Sofía Stead
Asesoramiento coreográfico: Virginia Leanza
Asistente de producción y dirección: Matías Macri
Prensa:Carolina Alfonso
Dirección: Cristina Banegas




Lerma 420 - Capital Federal
Teléfonos: 4772-6092

Sábado - 20:00 hs - Hasta el 28/10/2017

domingo, 8 de octubre de 2017

Deconstruir desde el absurdo: Buenos Aires Épica

Hallar un modo distinto de transmitir un mensaje que comienza a instalarse en la sociedad, quizás de manera incipiente, pero irrevocable; es el primer acierto que uno reconoce de esta obra. La misma plantea, desde la crítica, la estrecha relación entre el capitalismo y el paradigma patriarcal que atraviesa nuestras prácticas y nuestros pensamientos. Su virtud es exponerlo con gracia y acidez, desde el humor absurdo y político.


Desde una estética propia de los años ´50,  con elementos hilarantes y un auto hecho tan sólo de un volante, cinco mujeres recorren Buenos Aires. La ciudad es personificada, se destacan su belleza  y su historia, que se combinan con un entramado de personalidades ajeno, de esta y otras tierras.


¿Cuál es el motivo que mueve el relato? La intención de suicidio que comparten cuatro amigas y el cruce argumentativo y reflexivo que lo impide. Este último es  encabezado por la dama del “prólogo”, el coro de la obra, que desde la voz del autor, provoca un cambio en el plan de estas mujeres: entonces emprenden un recorrido de distintos escenarios, hasta lograr concretar un acontecimiento épico que se aleje de la muerte, y se acerque al acto creativo.

A través de este yeite, entre autor y personajes, también se evocan a aquellas mujeres que han sabido dejar su impronta en la historia.  Allí interviene un elemento novedoso: el uso de pantallas en la trama de la obra. Con una estética simple y apariciones precisas, los personajes juegan con un afuera que permanece oculto, y se vuelve asequible en las proyecciones sobre la pared de la hermosa sala Osvaldo Pugliese. También interviene la música en vivo: otra pieza que acompaña aquello que sucede sobre el escenario.

Sin embargo, su mérito  no se detiene allí, el libreto se dirige hacia nosotros desde la belleza del verso. Un lenguaje poético bien expresado; con claridad y sentimiento por parte de las actrices, es el que nos acerca a la profundidad de la propuesta. Los climas creados no son absolutos, nos invitan a transitar el drama y la comedia en saltos abruptos pero repletos de sentido. Resulta necesario “echar luz” como aclaman las protagonistas a través de datos tan dolorosos como reales: en lo que va del 2017, hubo 133 femicidios, 100 mujeres  murieron a causa de abortos clandestinos, 3 de cada 10 puestos de decisión política son ocupados por mujeres. Estadísticas que nos definen, que nos muestran montados al discurso machista que oculta la desigualdad y justifica la violencia.


El director y dramaturgo, Manuel Santos Iñurrieta, nos propone reflexionar sobre un mal social: la violencia de una sociedad machista y capitalista, y las desigualdades sociales. En ocasión, Griselda Pollock ha escrito que las lecturas feministas trabajan por lo general en textos producidos por hombres y en los que no hay una preocupación  o un plan feminista consciente; podríamos encontrarnos en esta obra con una diferencia, en su intención certera.






*Las imágenes pertenecen a Marcia Ruetsch - fb MR Audiovisuales/ marciaruetsch.wixsite.com/audiovisuales



Ficha técnico artística
Dirección y dramaturgia: Manuel Santos Iñurrieta
Actúan: Clara Barreira, Marina Garcia, Diana Kamen, Lucía Salatino, Luciana Vieyra
Vestuario: Marina Garcia
Escenografía: Diego Maroevic
Diseño de peinados: Lucía Salatino
Diseño de utilería: Diego Maroevic
Música original: José Maria Migliori
Fotografía: Agustina Haurigot
Diseño de imagen: María Eugenia Summa
Asistencia general: Diego Maroevic, Valeria Rellán
Producción: Alejandra De Luna


CENTRO CULTURAL DE LA COOPERACIÓN Corrientes 1543 - Capital Federal Teléfonos: 5077-8000 int 8313 Web: http://www.centrocultural.coop Entrada: $ 200,00 - Sábado - 20:30 hs - Hasta el 28/10/2017

lunes, 2 de octubre de 2017

Mitología moderna y una extensión de la intimidad: Selva Naranja


A través de las redes sociales somos invitados de manera diaria a la intimidad de los otros. Conocemos acerca de sus relaciones y  somos partícipes silenciosos de esas realidades devenidas en ficciones, o viceversa. El teatro de cámara, como propone la compañía teatral, nos permite pensar el arte escénico como una extensión de esta especie de voyeurismo. “Selva Naranja” nos invita a formar parte de un grupo reducido de espectadores, y desarrollar así, la cercanía con los actores.


Los sábados a la noche en el barrio de Almagro, se enciende la historia de un reencuentro amoroso en un monoambiente. Las sillas rodean la cama principal en la que se desarrolla gran parte de la obra. El resto de los espacios quedan prácticamente reservados para  sus protagonistas: Lucía y Eugenio. Se trata de dos viejos amantes que se vuelven a reunir después de diez años. Lucía (interpretada por  Clarisa Balcarce), es quien propone la cita, y evoca las características de la femme fatale; sin perder su vulnerabilidad ni sufrir un castigo ante el desvío de la conducta esperada. Eugenio (Santiago Fondevila), por su parte, es un hombre en apariencia superficial, y a pesar de la falta de compromiso que denotan sus gestos esquivos, se encuentra embelesado por el comportamiento excéntrico de la ex pareja.


La historia del reencuentro en “Selva Naranja” evoca a Agamenón, la primera obra de la trilogía de la Orestíada; escrita por Esquilo y representada originalmente en las fiestas Dionisias de Atenas. La historia narra la venganza de Clitemnestra hacia su marido Agamenón. El director y dramaturgo, A Federico Picasso, decide incorporar el motivo de esa obra de un modo contemporáneo, y destacar allí, un lenguaje propio: transitando desde la ironía y el humor, hasta la profundidad y sensibilidad que ambos personajes intentan controlar.


Desde la particularidad del monoambiente y lejos de sentirnos intimidados, logramos, por momentos, ser participantes externos y ajenos; y en algunos otros, receptores directos de los actores: podemos ser Lucía o Eugenio, según la perspectiva del lugar que hayamos escogido.  La escenografía juega con las tonalidades naranjas y la mitología griega: cuadros, libros y frazadas del color del fuego.


Otra singularidad de la obra reside en el modo en que ambos personajes se comunican entre sí: manifiestan sus sentimientos a través de la cadencia del verso y  la composición musical,  acompañada por una guitarra.


“Selva Naranja” combina la tradición de la tragedia teatral con la innovación del libreto y el espacio escénico. Nos devuelve las representaciones mitológicas de lo femenino y las expone atravesadas por el imaginario actual. Nos permite preguntarnos acerca de la existencia real de un cambio en estos verosímiles; y también, nos recuerda a nuestros amores vehementes.




*Las imágenes pertenecen a Marcia Ruetsch - fb MR Audiovisuales/ marciaruetsch.wixsite.com/audiovisuales


Ficha técnico artística
Dramaturgia y Dirección: Federico Picasso
Actúan: Clarisa Balcarce, Santiago Fondevila, Nadia Gómez
Vestuario y Escenografía: Compañía Teatral Rey Muerto
Peinados y maquillaje: Solange Gamarra
Diseño de luces: Santiago Fondevila, Federico Picasso
Asistencia de dirección: Azul Carrasco
Prensa:Mariana S. Lopez
Productor asociado: Gabriela Stefani
Producción: Adriana Casas
Música: Federico Picasso, Hernán Puga Molina, Marcelo Tulejko Ubal y Juan Diego Arano



Sábados 21 hs.