martes, 15 de mayo de 2018

Hijas de la rutina: Intento de mar

Colores pastel. Le robo un referencia al cine para poder transmitirles el ánima de la puesta en escena:  la fotografía de los films de Wes Anderson. Mientras el público se acomoda, tres actrices permanecen fuera de un gran cuadrado rosa y luminoso, colocado en el centro del escenario: una vez dentro, los personajes quedarán atrapados. El diseño de la escenografía y el vestuario utilizado está sostenido en la quietud que nos recuerdan aquellos colores y en una estética oriental.




Fuera de aquel  esquema, dos de las actrices se preparan para los actos venideros; haciéndonos creer (vanamente) que podemos descifrar lo que va a suceder. No existen las bambalinas: no hay secretos entre el público y los personajes, a excepción del relato que se desenvuelve porfiado. La obra entera se erige entre la metáfora y la literalidad.


Un elemento novedoso en la puesta en escena es la participación de Ma Zu (Victoria Suweini Zhong)  quien permanece fuera de aquel cuadrado luminoso, pero interviene en algunos actos y nos ofrece su canto en vivo como ofrenda. En ningún momento es  reconocida por los otros personajes, pero su inclusión define aquel mundo metafórico al que hacía referencia.



En contraposición, en medio de ese cuadrado se desarrolla la acción (que coquetea con la literalidad).  La historia recrea a dos compañeras de trabajo de una empresa china de enlatados, en lo que podría ser un espacio común de descanso: Eva (Paula Diaz Romero) es administrativa y  Clara (María Florencia Tenaglia) ofrece su brazos como mano de obra para destripar pescados. Ambas, fumadoras compulsivas, comparten un sentimiento de alienación o extrañamiento: el mismo que Marx primero, describe como la distancia entre el hombre y el producto de su trabajo , y Marcuse después, aduce al hombre moderno. Constantemente da la impresión de que aquella empresa para la que trabajan, es como describe Deleuze “un alma, un gas”, que atraviesa sus prácticas y las vuelve víctimas y victimarias de un control constante.




Ambos personajes manifiestan su vida a través de una interminable procrastinación. Sus deseos son despojados por cuestiones diarias, hijas de la rutina. Sin embargo, el anhelo de trascender es tal, que intentan hallar poesía en sus trabajos monótonos. Allí aparece el amor como posible vía de escape: Clara se enamora de un compañero al que intenta confesar su amor y Eva podría confiar su suerte a un hombre al que no ama. Otras posibles salidas se expresan a través de los sueños y los recuerdos. Asimismo, algunos de los actos están atravesados por el humor absurdo e irónico, un recurso que termina de dar forma a la mezcla entre literalidad y metáfora.


La obra, escrita y dirigida por Luciana Luján Caruso, plasma la sujeción de estos personajes al mundo de las ideas en contraposición al de la acción.  “Todo lo cotidiano se puede volver extraño muy rápido” despide al aire Clara y expresa así, un deseo latente en la trama. Bauman sostiene que “por más grandes que parezcan las ideas, jamás lo serán tanto como para abarcar, y menos aún contener, la copiosa prodigalidad de la experiencia humana.” ¿Podrán  estas dos compañeras salir de aquel páramo?

*Las imágenes pertenecen a Marcia Ruetsch - fb M.R. Audiovisuales/ marciaruetsch.wixsite.com/audiovisuales


Ficha técnico artística
Dramaturgia y dirección: Luciana Luján Caruso
Actúan: Paula Diaz Romero, Victoria Suweini Zhong, Maria Florencia Tenaglia
Vestuario y escenografía: Laura Copertino
Diseño de luces: Lucas Orchessi
Música: Juan Kiss
Diseño gráfico: Agostina Orlandi
Asesoramiento dramatúrgico: Laura Fernández
Asistencia de dirección: Gabriela Ruedas
Producción: David Brakin


Medrano 484 - Capital Federal
Teléfonos: (whatsapp)1541690859

Entrada: $ 200,00 / $ 180,00 - Sábado - 21:00 hs

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