lunes, 28 de mayo de 2018

La valentía de la inocencia: Yo no duermo la siesta

“Yo no duermo la siesta” es un recorte de la geografía de un pueblo y de un día, a través del cual, conocemos la vida de Dorita (Maria Marull), una empleada doméstica.

Ese día, como todos, Dorita está al cuidado de los quehaceres de la casa y de dos nenas: Rita (Agustina Cabo), la hija de la demandante dueña (Sandra Grandinetti),y su amiga y vecina, Natalí (Luciana Grasso). Al mismo tiempo, debe atender al tío de Rita, un señor con un retraso madurativo (Marcelo Pozzi). En ese rol maternal, entendido como aún hoy lo hacemos, Dorita debe responsabilizarse de varias tareas a la vez, y resuelve todas ellas de un modo dulce y absoluto. Nos recuerda  de ese modo, a los personajes femeninos de los melodramas cinematográficos de los años ´30, “la heroína que pone en juego su inocencia” (Ricardo Manetti, 2000).



En aquello se juega el lenguaje que atraviesa toda la obra: la dramaturga y directora Paula Marull, rescata la audacia que esconde el habla, la subversión de lo mal dicho.  Después de un gran susto,  Dorita le dice al tío de Rita, Mirame con los dosojos” , y detiene allí una belleza no estandarizada, artesanal. Rita Segato, una antropóloga argentina, sostiene que el valor de su trabajo radica en “otorgar valor a lo que no lo tiene”, lo llama “retórica de valor”: me planto en esa idea y me atrevo a relacionarla con la obra, los personajes y sus modos de decir, rescatan un atractivo singular, a veces olvidado o subestimado.



Por otro lado, “Yo no duermo la siesta”, centra nuestra atención en la picardía de la infancia: Natalí y Rita  juegan y proponen desde ese lugar, un modo de abordar la cotidianeidad. Una modalidad que queda suspendida entre la inocencia y la sabiduría de la imaginación. Natalí se impone, “ yo no duermo la siesta”, sentencia: entonces nadie lo hará. El público va a participar de las travesuras de estas dos nenas en un tiempo de descanso que  es sagrado en algunos suelos. En aquella herejía, nos vuelven cómplices y desde el humor, nos obligan a pensar liviano y profundo a la vez.



Las interpretaciones de los actores son naturales y verosímiles: cada gesto denota una caracterización elaborada de las personalidades que evocan. La escenografía y el vestuario también revelan la búsqueda de aquel verismo delicado: los objetos, la disposición original del espacio y la estética detallista, aportan mucho a la composición de los personajes y al clima en el que desarrolla la historia.


Aquel día también conocemos al novio de Dorita, “el hijo de Cacho” (Mauro Alvarez), un muchacho tosco pero sensible: ingresamos en la historia de amor que atraviesa y define el relato. La cumbia fuerte en los oídos junto al viento intenso del ventilador en la cara de Dorita, el juego sabio de las nenas, la valentía desatada del tío;  todo aquello ayudan a calmar la incertidumbre que le genera esa relación de pareja a la protagonista, que sólo podrá ser salvada, con un gesto de entrega. La obra se dirime en la decisión que Dorita debe tomar: seguir con su vida aprehendida y valorada, o dar el salto a una nueva oportunidad, desconocida. Los miércoles se devela su destino en el Espacio Callejón.



*Las imágenes pertenecen a Marcia Ruetsch - fb M.R. Audiovisuales/ marciaruetsch.wixsite.com/audiovisuales

Ficha técnico artística
Dramaturgia y Dirección:Paula Marull
Actúan: Mauro Alvarez, Agustina Cabo, Laura Grandinetti,Luciana Grasso, María Marull, Marcelo Pozzi
Vestuario: Jam Monti
Escenografía: Jose Escobar, Alicia Leloutre
Iluminación: Matías Sendón
Diseño gráfico: Natalia Milazzo
Asistencia general: Daiana Longoni, Santiago Rodríguez Durán
Prensa: Carolina Alfonso
Supervisión dramatúrgica: Javier Daulte
Coreografía: Silvia Gomez Giusto


ESPACIO CALLEJÓN
Humahuaca 3759 - Capital Federal
Teléfonos: 4862-1167
Web: http://espaciocallejon.com/
Entrada: $ 250,00 - Miércoles - 21:00 hs

lunes, 21 de mayo de 2018

La virtud de lo imposible: 120 kilos de Jazz

“120 kilos de Jazz” surge de un cuento “La Jam session de Méndez” que  Brie escribió en el año 1994, cuando aún formaba parte del grupo de Teatro de Los Andes, en Bolivia.  Podríamos afirmar que el autor, dramaturgo y actor argentino, es un artista nómade, característica que nace en él  tras el exilio que lo obliga a irse a Italia en 1975. A partir de allí, su recorrido artístico creó lazos con los territorios en los que ha vivido,  y en consecuencia, su compromiso social e irremediablemente su trabajo, llevan impresas aquellas experiencias inherentes. A través de su interpretación, Brie nos acerca retazos de historia personal y colectiva, dibujando para nosotros, su público, imaginarios y acontecimientos acaecidos en otros suelos: los mariachis bolivianos y el ataque racista contra los campesinos de aquel país, se hacen carne con igual intensidad para enmarcar una identidad.


La obra está repleta de recursos literarios y modismos que se abrazan con fuerza a los países en los que se presenta: en esta caso, el nuestro. “El gordo Méndez”, protagonista de esta historia, tiene un discurso tan argentino como el de cada uno de nosotros. Sin embargo, la empatía sólo se logra con la identificación de algún sentimiento común: el personaje principal está enamorado de un imposible, como alguna vez lo hemos estado todos. “120 kilos de jazz” relata las ocurrencias en las que Méndez incurre para poder declarar su amor a Samantha Mariana. El padre de esta última organiza una gran fiesta a la que Méndez no fue invitado. Ante la ausencia, la creatividad: se hará pasar entonces por un músico de jazz, un contrabajista; aún sin saber tocar el instrumento en cuestión. Este personaje, no es el arquetipo del triunfador, sino que que se erige en él la figura del derrotado que se impone ante lo inviable: sus misiones serán entonces, interpretar jazz con sonidos guturales y rescatar el amor de Samantha Mariana.


Cesar Brie interpreta al autor omnipresente que nos enmarca la historia, a “El gordo Méndez” y a los distintos personajes que transitan en el relato. Cada uno de ellos tendrá su fisonomía singular, sus gestos característicos e incluso sus propios timbres de voz. En un acto casi esquizofrénico, el autor nos regala un imaginario  para ser resuelto luego, en el vuelo del espectador. La presencia y participación del público es activa: así lo exige el cuento devenido en puesta teatral, y del mismo modo su interpretación. Brie elige romper la cuarta pared, interpelando los espectadores: la luz de sala le permite elegir entre los allí presentes los personajes que describe con humor. En aquel puente lúdico, cualquiera de nosotros puede ofrecer al resto, la corporeidad en la ficción. La puesta en escena nos interpela como aquellos niños que supimos ser.



Brie nos guía en la lectura de un cuento a través de los artilugios y posibilidades del teatro. Jorge Dubatti sostiene que este último, concebido como acontecimiento, se presenta como un fenómeno único cada vez, y al mismo tiempo como pérdida de aquella unicidad: en 6 funciones “El gordo Méndez” va a intentar expresar su amor, y los personajes de su historia, serán los que el público esté dispuesto a regalar en cada convivio.


*Las imágenes pertenecen a Marcia Ruetsch - fb M.R. Audiovisuales/ marciaruetsch.wixsite.com/audiovisuales

Ficha técnico artística Dramaturgia e interpretación: César Brie Video: Juan Barone Operación técnica: Vera Dalla Pasqua Fotografía: Paolo Porto Prensa: Carolina Alfonso

LA CARPINTERÍA Jean Jaures 858 - Capital Federal Teléfonos: 4961-5092 Web: http://www.lacarpinteriateatro.com.ar Entrada: $ 250,00 / $ 200,00 - Miércoles - 20:30 hs - Hasta el 27/06/2018

martes, 15 de mayo de 2018

Hijas de la rutina: Intento de mar

Colores pastel. Le robo un referencia al cine para poder transmitirles el ánima de la puesta en escena:  la fotografía de los films de Wes Anderson. Mientras el público se acomoda, tres actrices permanecen fuera de un gran cuadrado rosa y luminoso, colocado en el centro del escenario: una vez dentro, los personajes quedarán atrapados. El diseño de la escenografía y el vestuario utilizado está sostenido en la quietud que nos recuerdan aquellos colores y en una estética oriental.




Fuera de aquel  esquema, dos de las actrices se preparan para los actos venideros; haciéndonos creer (vanamente) que podemos descifrar lo que va a suceder. No existen las bambalinas: no hay secretos entre el público y los personajes, a excepción del relato que se desenvuelve porfiado. La obra entera se erige entre la metáfora y la literalidad.


Un elemento novedoso en la puesta en escena es la participación de Ma Zu (Victoria Suweini Zhong)  quien permanece fuera de aquel cuadrado luminoso, pero interviene en algunos actos y nos ofrece su canto en vivo como ofrenda. En ningún momento es  reconocida por los otros personajes, pero su inclusión define aquel mundo metafórico al que hacía referencia.



En contraposición, en medio de ese cuadrado se desarrolla la acción (que coquetea con la literalidad).  La historia recrea a dos compañeras de trabajo de una empresa china de enlatados, en lo que podría ser un espacio común de descanso: Eva (Paula Diaz Romero) es administrativa y  Clara (María Florencia Tenaglia) ofrece su brazos como mano de obra para destripar pescados. Ambas, fumadoras compulsivas, comparten un sentimiento de alienación o extrañamiento: el mismo que Marx primero, describe como la distancia entre el hombre y el producto de su trabajo , y Marcuse después, aduce al hombre moderno. Constantemente da la impresión de que aquella empresa para la que trabajan, es como describe Deleuze “un alma, un gas”, que atraviesa sus prácticas y las vuelve víctimas y victimarias de un control constante.




Ambos personajes manifiestan su vida a través de una interminable procrastinación. Sus deseos son despojados por cuestiones diarias, hijas de la rutina. Sin embargo, el anhelo de trascender es tal, que intentan hallar poesía en sus trabajos monótonos. Allí aparece el amor como posible vía de escape: Clara se enamora de un compañero al que intenta confesar su amor y Eva podría confiar su suerte a un hombre al que no ama. Otras posibles salidas se expresan a través de los sueños y los recuerdos. Asimismo, algunos de los actos están atravesados por el humor absurdo e irónico, un recurso que termina de dar forma a la mezcla entre literalidad y metáfora.


La obra, escrita y dirigida por Luciana Luján Caruso, plasma la sujeción de estos personajes al mundo de las ideas en contraposición al de la acción.  “Todo lo cotidiano se puede volver extraño muy rápido” despide al aire Clara y expresa así, un deseo latente en la trama. Bauman sostiene que “por más grandes que parezcan las ideas, jamás lo serán tanto como para abarcar, y menos aún contener, la copiosa prodigalidad de la experiencia humana.” ¿Podrán  estas dos compañeras salir de aquel páramo?

*Las imágenes pertenecen a Marcia Ruetsch - fb M.R. Audiovisuales/ marciaruetsch.wixsite.com/audiovisuales


Ficha técnico artística
Dramaturgia y dirección: Luciana Luján Caruso
Actúan: Paula Diaz Romero, Victoria Suweini Zhong, Maria Florencia Tenaglia
Vestuario y escenografía: Laura Copertino
Diseño de luces: Lucas Orchessi
Música: Juan Kiss
Diseño gráfico: Agostina Orlandi
Asesoramiento dramatúrgico: Laura Fernández
Asistencia de dirección: Gabriela Ruedas
Producción: David Brakin


Medrano 484 - Capital Federal
Teléfonos: (whatsapp)1541690859

Entrada: $ 200,00 / $ 180,00 - Sábado - 21:00 hs

domingo, 6 de mayo de 2018

El casete de los deseos: La química diaria

Para introducirnos en el relato, la obra comienza con la presencia de Vladimir (Pablo Mónaco), quien va a desarrollar la labor del coro teatral: enmarca a la obra y además, es el testigo omnipresente y portador de la moraleja. Vladimir, proveniente de Rusia, es el dueño del camping en el que se desarrolla la historia, que la ficción, lo ubica al sur de nuestro país. La puesta en escena posee los elementos necesarios para ingresar en una atmósfera natural y mágica a la vez: el diseño de la carpa en medio del escenario juega un papel tan funcional como poético.





En aquel camping de la Patagonia, tres amigos:  Facu (Fermin Varangot), Luca (Santiago Fondevila) y Johnny (Tomás Mejía), pasan algunos días antes de rendir un final de física.  A la vera del río, se encuentran con Karina (Flor Chmelik Martinec) , el amor de la escuela, idílico de Facu. Sin embargo, esta última no está sola, sino que comparte la estadía con su novio, Cristian (Francisco Andrade). En la incomodidad que surge de aquella coincidencia se desata la comedia, que propone guiños constantes con el público. El humor y las referencias estéticas y discursivas propias de las décadas del ochenta y noventa, permiten la identificación de los espectadores que vivieron su infancia por aquellos años: desde el uso del walkman y riñoneras, hasta la frase célebre de Dragon Ball Z, pasando por detalles de la película Volver al Futuro.


Asimismo, “La química diaria” escrita por  el actor y dramaturgo, Mariano Saba y dirigida por Francisco Prim; aporta una visión diferente a la propuesta por los discursos amorosos hegemónicos y coloca  la relación de amistad por sobre la de pareja (amor romántico). De ese modo, los personajes transitan una adolescencia extendida que no sólo refuerza el valor de la relación entre amigos, sino que además, es capaz de devolvernos un ápice de nuestra propia historia.



Volvamos al contrato de convivencia que comentaba en la publicación. Como en el cuento “El Jardín de los senderos que se bifurcan” de Borges en el que el escritor Ts'ui Pên concibe a su obra en “infinitas series de tiempo”, es decir, en un tiempo que aborde todas las posibilidades; “La química diaria” plantea la oportunidad de cambiar nuestro presente modificando las acciones del pasado, como si fueran tiempos paralelos.


Para ello, recurren el mito popular acerca de un viaje en el tiempo que tiene como protagonistas a Los Beatles: se trata de la existencia de un albúm, “Everyday Chemistry”, cuya traducción es similar al título de esta obra. Un tal James Richards afirma haber viajado a un universo paralelo en el que Los Beatles nunca se habrían separado y habrían grabado ese disco. A partir de este hito, la obra propone la existencia de un walkman proveniente de otra dimensión en el que el grupo de amigos reproduce un casete de su infancia: en aquella grabación, cada uno pedía un deseo.

Desde allí, planteadas las reglas del juego, Facu va a ir cambiando su deseo inicial y en consecuencia, va a modificar, una y otra vez, la línea temporal del relato: vamos a atravesar distintas realidades posibles en las que los vínculos entre los personajes van a ir variando constantemente hasta que el protagonista se decida por uno de esos presentes.


Si pudieras alterar los deseos del pasado para modificar tu presente, ¿qué cambiarías?


*Las imágenes pertenecen a Marcia Ruetsch - fb M.R. Audiovisuales/ marciaruetsch.wixsite.com/audiovisuales



Ficha técnico artística
Dramaturgia: Mariano Saba
Dirección: Francisco Prim
Actúan: Francisco Andrade, Florencia Chmelik Martinec, Santiago Fondevila, Tomás Mejía, Pablo Mónaco, Fermin Varangot
Vestuario: Lara Sol Gaudini
Diseño de escenografía: Jose Escobar
Diseño de luces: Ricardo Sica
Realización de escenografía: Jose Escobar
Fotografía: Natalia Zaidman
Arte: Natalia Zaidman
Ilustrador: Lucía Buchar
Diseño gráfico: Lucía Buchar
Asistencia de dirección: Julieta De Moura
Producción ejecutiva: Marina Kryzczuk


NÜN TEATRO BAR
Juan Ramirez de Velasco 419 - CABA
Teléfonos: 4854-2107

Entrada: $ 200,00 - Sábado - 22:30 hs - Hasta el 26/05/2018