miércoles, 28 de marzo de 2018

Ser inmortal: Oigo tu voz


Debajo, tras el camino de escaleras del Teatro La Comedia, un bar mistongo pero afable. Sobre el escenario, reconocemos una mesa, sillas, banderines caídos, una cortina de almacén, y un mueble repleto de pasado: tocadiscos, sifones usados y radios viejas. Se oye un tango profundo y algunos ácaros que vuelan en la luz tenue de la sala, nos proponen un paisaje porteño y arrabalero. La expectativa tibia de la ilusión rodea al público mientras se acomoda.


“Oigo tu voz” nos propone una elegía en un contrato de mito y crónica telúrica. Cuenta la historia de Lautaro (Sergio Bermejo), un bohemio que brinda su vida a un sueño orillero: se dedica a escribir y cantar tangos en pequeños bares de la zona sur del barrio porteño. Lo acompañan en su andar, una pareja de baile de aspiraciones hermanas, pero motivaciones distintas: Peralta (Omar Ferraro), que opta por una vida lejos de su familia para crear una nueva; e Ivone (Cristina Peréz Pol) que se sostiene en un ego intransigente para salvarse de sí misma. Todos viven de prestado en el bar de la madre de Cata (Natalia Furchi); una mujer que a pesar de aparentar una existencia ajena e inocente, acompaña al grupo atenta a lo que nadie ve. El primer evento que interviene en aquella rutina, es la llegada de María (Giuliana Regazzoni); una artista aprendiz que requiere trabajar junto a  ellos, sin obtener nada a cambio. En aquel gesto desinteresado, despierta sospecha entre los personajes, y el público.

Lautaro está muriendo e intenta escribir una canción: busca alejar a la parca en el impulso creativo. En aquella  falsa contradicción entre vida y muerte, yace la obra. Son los últimos días de este viejo cantor, que trata de apalabrar su tango. Quiere llevarlo con él. ¿Al tango? A su vida entera en realidad, no la quiere delegar. ¿Dónde va lo que hemos logrado?¿qué sucede con aquello que no intentamos? Preocupación perenne por la trascendencia que dejamos al partir. Este personaje intenta en aquella intensidad, suplir lo pendiente (ahora lo urgente): lo que pensó y no dijo, lo que deseó y no hizo. La frustración se erige como batalla frente a lo evidente, y los gestos de Lautaro, huelen a miedo aniñado. La identificación es inevitable.

El protagonista anciano conversa con la muerte:“¿Tengo que tener miedo?” le pregunta. La duda recae en el público como el agua helada. Sin embargo, los giros de humor que atraviesan el relato y el abrazo dulce que nos recorre en todo momento, nos vuelven adolescentes inmortales: el después puede estar de nuestro lado.

Borges sostenía que si pensáramos en el universo como laberinto, estaríamos salvados: porque si existiese un centro secreto, entonces habría una arquitectura. En consecuencia, el universo no sería caos, sino que tendría una forma coherente. “Oigo tu voz” intenta acercarnos motivos en medio de aquella posible anarquía. Nos ofrece un acuerdo, una suerte de reconciliación con aquel silencio que espanta. La muerte habla con Lautaro, lo invita a encontrar un sentido a su vida.  En ese rato de intercambio, se produce una pausa; similar a la que Martín Sántome transita en la novela de Benedetti: la pronunciación de un hallazgo íntimo por parte de Lautaro.

Quizás rindiendo homenaje al film “All that jazz”, la muerte está personificada por una mujer, que será otras cada vez: el relato es lineal, pero no clásico. La propuesta filosófica de la obra implica un trato con “la silenciosa” en el día que nacemos, y desde allí, justifica aquel encuentro. Las conversaciones entre Lautaro y la muerte suponen una tregua: Lautaro va a emprender un recorrido por los ratos de belleza que rodean su gira; aquello que solemos reconocer como felicidad. Nos transporta a  su niñez, su adolescencia de amores breves y al devenir de sus sueños. Desde la estructura narrativa y la puesta en escena, las conversaciones entre la muerte y Lautaro, implican la presencia activa del público: no sólo por la carga poética y la prosa del relato, sino también por la vigilancia constante que supone un escenario partido en dos: el espectador debe elegir, precisa guiarse por las voces de los actores al participar de la puesta.



Asimismo, desde una propuesta que por momentos linda con lo onírico, el pasaje de una escena a otra sucede a partir de los detalles que componen cada ambiente y cada personaje: el vestuario, la iluminación y la versatilidad de los cinco actores, se conjugan de un modo apropiado para la interpretación y verosimilitud de que lo que allí acontece. Es posible reconocer los matices singulares del teatro que nos mantienen en vilo e ilusionados: como ha escrito alguna vez Artaud “ la gran virtud de la Magia, radica en el sometimiento de la Muerte”.






*Las imágenes pertenecen a Marcia Ruetsch - fb M.R. Audiovisuales/ marciaruetsch.wixsite.com/audiovisuales


Ficha técnico artística Dramaturgia y Dirección: Sergio Bermejo Actúan: Sergio Bermejo, Omar Ferraro, Natalia Furchi, Cristina Perez Pol, Giuliana Regazzoni Vestuario: Ana Julia Figueroa Escenografía: Luis Curzi Maquillaje: Alex Mathews Realización de escenografia: Nicolás Bustamante Musicalización: Camila Porreca Música original: Gustavo Hernández Fotografía: Marcia Ruetsch Diseño gráfico: Sergio Bermejo Asistencia de dirección: Benjamín Carvalho Prensa: Tedrys Teatro
TEATRO LA COMEDIA Rodriguez Peña 1062 - CABA Teléfonos: 4815-5665 / 4812-4228 http://www.lacomedia.com.ar
Entrada: $ 300,00 - Sábado - 19:00 hs - Del 03/03/2018 al 26/05/2018

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