Dos jueves atrás reservé con gente querida entradas como estudiante para
ir a ver la nueva obra de Mauricio Kartun. Después del laburo, fuimos al Teatro del Pueblo a ver Terrenal, dispuestas a brindarnos
paisajes más estimulantes que el mundo hostil de computadoras encendidas.
Todo empezó con el viaje en subte, en la línea D.
O quizás empezó antes, cuando era chica e iba a ver a mi viejo actuar las obras escritas por Kartun.
O tal vez de grande, cuando me transmitió su admiración por él.
No es que crea que los pareceres pueden transmitirse por osmosis o por vía sanguínea. Pero yo ya había estado en ese mundo - entre otros mundos - y cuando terminó la obra, sentí que acariciaba parte de mi infancia.
Kartun en una entrevista que le hizo Jorge Dubatti en el año 1993
explica que “concibe su poética teatral “como “la manifestación de una
identidad personal, y por extensión de una identidad de la experiencia
histórica, social y cultural de la
Argentina ”.
Quizás por eso, cuando terminó la obra, me sentí identificada con Abel.
Y eso es extraño porque nunca leí la Biblia , ni recibí educación religiosa: jamás pensé que iba a decir tal cosa.
Sin embargo, a través de la escritura de Mauricio, y la intención
popular y socialista de su obra, reconocí en Abel (ese personaje mítico
religioso), mi política ante las cosas de la vida. No en su estado puro, más
bien se dio una identificación relativa, mundana, más ligada a lo cotidiano.
El mismo Kartun explica en una charla más reciente con Dubatti, que “los personajes representan valores más
absolutos”. Pienso en Abel como
representante del socialismo, contrapuesto a un Caín capitalista. Aunque mentiría si no admito haberme reconocido en
algunas actitudes de Caín,
celoso y perdido en el hacer, sin ser. Ahí
deviene la figura del otro: no somos sin ese otro metido adentro, bien adentro,
pegado al yo.
La identificación final que terminó por definirme por Abel, fue una de las frases que lanza el
personaje: decía que lo suyo no era la queja, sino la protesta. Me gustó esa
perspectiva, decidí quedármela.
Kartun es un dramaturgo con mucha personalidad. Vuelca juegos de
palabras e imágenes, recurre a otras historias, las une, las enlaza con
sutileza. Coloca elementos originales, inteligentes. Pienso que cuando escribe juega, y eso es lo
que más me gustó de la obra. Al principio pensé que no iba a poder entrar en ese mundo, el lenguaje me resultaba
demasiado raro, no entendía ese universo ni a los sujetos que lo habitaban. Pero
a los pocos minutos, ya estaba jugando: descubriendo yeites, escuchando azorada
cada diálogo, conociendo a los personajes y a sus historias.
Lo que sucede cuando uno va a ver la representación de una historia
ajena, es que uno juzga constantemente a los personajes hasta lograr tomar una
postura. A veces, ese momento nunca
llega. Empezamos a amar y a pelear a esos seres que sólo el autor y sus actores
conocen en profundidad. Y aun así, no pueden controlar las impresiones de su
público.
La realización de los personajes por parte de los actores fue notable. La interpretación de sus modos de decir y hacer, incluso sus interacciones con el público, nos interpelaban como anónimos y como espectadores.
Como curadores de la técnica del “teatro dentro del
teatro”, también nos hicieron reflexionar sobre nuestras propias decisiones y
las ajenas, que a veces parecen manejar nuestros hilos. Se trata, según señala
Ana Cáseres, de un planteo “metateatral”,
que convierte al teatro y sus dimensiones en una metáfora de la vida misma.
Terrenal, como habrán
notado por el nombre de sus personajes, es
la recuperación del mito bíblico de Caín
y Abel a través de la mirada Mauricio Kartun. Está desarrollado en un espacio que aparenta
ser contemporáneo, pero es tan sólo el efecto generado por su construcción telúrica y argentina:
vestimenta gauchesca, bombo, terreno de tierra, labores del estilo. Transcurre
en un eje temporal eterno, tan desconocido como el misterio de ese mito
originario. Si bien recoge un pasaje religioso,
su obra puede leerse como un guiño subversivo. Cuestiona, expresa y secretamente, a las instituciones y
creencias que se han presentado históricamente como las únicas reales. Por eso
el subtítulo de la obra “Pequeño misterio
ácrata”.
Sin embargo, en los detalles, la obra acaricia texturas de lo cotidiano.
La fiesta, el baile, el trabajo, la envidia, el amor, la pelea entre hermanos. Allí también me
reconocí: siempre me gustó la pelea del decir con mis hermanos. Debatir en la
pelea y que gane, no la fuerza de la violencia, sino la del ingenio. Eso
también es rescatado de un modo mucho más certero en boca de Tatita en la obra.
Asimismo, otro detalle que vuelve a esta puesta aun más interesante, es
el recurso del humor, entre las palabras que se dicen y el hilo trágico del
mito. Kartun nos lo ofrece como punto de fuga, como un gran disipador de
tensión.
Intenté contar mi experiencia general de la obra, me reservo algunos
detalles para no arruinar la impresión ajena. Los invito a darse el gusto de
verla en el Teatro del Pueblo, que también es carne de nuestra historia
nacional. (1)
Ficha técnico artística:
-Escenografía y vestuario:
Gabriela A. Fernández
Gabriela A. Fernández
-Iluminación:
Leandra
Rodríguez
-Diseño sonoro:
Eliana Liuni-Fotografía:
Malena Figo
-Asistencia de escenografía:
Maria Laura
Voskian
-Asistencia de dirección:
Alan Darling
-Los fragmentos citados de la entrevista a Mauricio Kartún fueron
extraídos del libro “Terrenal, Pequeño misterio ácrata” de la biblioteca del
espectador. Es una colección dirigida por el docente, crítico e historiador teatral Jorge Dubatti.
-Imágenes extraídas del facebook de la obra.
1- El Teatro del Pueblo es un
espacio que surgió por iniciativa de Leónidas Barletta en el año 1930 con el
objetivo de “promover la accesibilidad de los sectores populares al capital
cultural”. Información rescatada del Estudio preliminar de Ana Cáseres sobre la
dramaturgia de Roberto Arlt.
Maravillosa descripción de un hecho teatral.Sencilla pero con conocimiento, desprovista de artilugios léxicos y repleta de corazón crítico. Te felicito.
ResponderBorrarHermosas palabras, leíste mi intención. Muchas gracias!
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