sábado, 26 de septiembre de 2015

Transgresión secreta:Tartufo en el Taller del Ángel

El sábado pasado fui testigo y participe activa de mi propio enjuiciamiento.
El litigio silencioso  comenzó a  las 20 hs y se dio lugar en la sala teatral Taller del Ángel de Capital Federal. 
 
Tartufo, la obra que  escribió  Moliere cuatro siglos atrás, estrenada por primera vez en 1664; sirvió de argumento para que todos los presentes nos reconociéramos como pecadores.

Afortunadamente, se trata de una comedia y como bien lo indica el programa de la obra, “el humor es la cortesía de la desesperación”. Entonces fue fácil desestimar el castigo reflexivo. 

La interpretación de los actores y la temporalidad  en la que acontece la obra, supieron crear un universo propio y, por momentos, lejano al nuestro. Solidarizándose así, con la afabilidad de esta crítica social.

Tanto la escenografía como la vestimenta del grupo de actores  -a manos de Luis Curz, el Estudio Crisálida y Mariela Daga-  respondían minuciosamente a los detalles del siglo XVII dando aún más verosimilitud a la existencia de este retrato.


El grupo de teatro Tedrys logró apropiarse del texto en su doble linealidad: por un lado, la historia concreta de una familia estafada por un “falso beato” y  por el otro, el metatexto, la sentencia social.  La denuncia sobre la existencia de una doble moral: la diferencia entre lo que hacemos y decimos hacer. Una exigencia que nos somete a un puñado de reglas, que a su vez, somos incapaces de sostener. Las mismas pautas que burlamos en silencio. Como bien dice Tartufo en la obra homónima: “ardemos en un fuego prudente, con el cual se está siempre seguro del secreto”.

 
Desde el principio de este mes, este grupo de teatro Independiente nacido hace 17 años, optó por representar la versión de Roberto Cossa de Tartufo. La pieza teatral readaptada por el dramaturgo argentino, está cargada de las virtudes y defectos de nuestra tierra. Tal es así, que su versión deriva en un final diferente: para Roberto Cossa todos somos pecadores.

El escritor Osvaldo Soriano, sostiene  que  el teatro de Cossa, interpreta a la Argentina de un modo mucho más fiel que un periódico  o un estudio sociológico. Explica que los personajes que el autor crea son “incurables individualistas, que fluctúan desesperadamente entre la grandeza inalcanzable y el derrumbe de las quimeras”.*

Bajo este argumento, hallo original la decisión del grupo de representar esta versión de  Tartufo. Encuentro desafiante el hecho de interpretar una  comedia francesa del siglo XVII bajo una visión nacional que apunta a una crítica general de la sociedad, y no sólo a la denuncia del  falso devoto.

Tartufo, el beato hipócrita, y Dorina, la criada de confianza de la familia,  actuaron como los dos puntos contrapuestos más destacados de la obra: no sólo porque de algún modo, el libreto lo dispone así, sino porque tanto Sergio Bermejo como  Giuliana Regazzoni, supieron conquistar las intenciones de sus personajes y destacar  su importancia en la obra, sin ningún ápice de sobreactuación.

Los once actores en escena, dirigidos por Sergio Bermejo, estuvieron atentos a la agudeza irónica de los discursos del guión, lograron brindarle su propia impronta a cada personaje: le aportaron gestos y modismos, les entregaron así, una identidad; una existencia.

Otras de las particularidades de la obra fueron la puesta en escena final y el saludo. A través de la fusión de  luces, música y marcaciones  actorales, se generaron dos propuestas: por un lado,una proyección casi fotográfica y por el otro, un recorrido coreográfico del escenario. Ambas excedían al guión de Moliére para aportarle su huella renovadora.

Los invito a participar de esta obra que viaja al pasado para hablar del presente, que se sumerge en la comedia clásica, para intervenirla con elementos novedosos. Los invito a la transgresión secreta de Tedrys, porque  “pecar en silencio no es pecar”.



   Elenco:
   Sergio Bermejo - Tartufo
   Giuliana Regazzoni - Dorina
   Silvina Spatzill - Señora Pernelle
   Carlos Villalba - Orgón
   Daniela Greatti - Mariana
   Claudia Pennella - Elmira
   Maximiliano Cabrera - Cleanto
   Mariano González - Ujier
   Katherine Feitl - Felipota
   Joaquín Herrera - Valerio
   Emanuel Hojman - Damís

                                              
   Dirección : Sergio Bermejo
   Asist. de dirección: Luis Curz
   Vestuario: Mariela Daga
   Escennografía: Estudio Crisalida
Musicalización: Luis Abram , Nacho Amil




Todos los sábados de octubre y noviembre 
a las 20 hs en el Taller del ángel.


Para conocer más: 
       @TedrysTeatro 

   



* Preámbulo de la selección de Teatro de Roberto Cossa. Teatro 1. Ediciones de la Flor,1997.
** Imágenes extraídas del facebook del grupo teatral.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Pulsos para hacer bailar: Terrenal en el Teatro del Pueblo.

Dos jueves atrás reservé con gente querida entradas como estudiante para ir a ver la nueva obra de Mauricio Kartun. Después del laburo,  fuimos al Teatro del Pueblo a ver Terrenal, dispuestas a brindarnos paisajes más estimulantes que el mundo hostil de computadoras encendidas.
Todo empezó con el viaje en subte, en la línea D.
O quizás empezó antes, cuando era chica e iba a ver  a mi viejo actuar las obras escritas por Kartun. O tal vez de grande, cuando me transmitió su admiración por él.

No es que crea que los pareceres pueden transmitirse por osmosis o por vía sanguínea. Pero yo ya había estado  en ese mundo - entre  otros mundos - y cuando terminó la obra, sentí que acariciaba parte de mi infancia.

Kartun en una entrevista que le hizo Jorge Dubatti en el año 1993 explica que “concibe su poética teatral “como “la manifestación de una identidad personal, y por extensión de una identidad de la experiencia histórica, social y cultural de la Argentina”.
Quizás por eso, cuando terminó la obra, me sentí identificada con Abel.
Y eso es extraño porque nunca leí la Biblia, ni recibí educación religiosa: jamás pensé que iba a decir tal cosa.

Sin embargo, a través de la escritura de Mauricio, y la intención popular y socialista de su obra, reconocí en Abel (ese personaje mítico religioso), mi política ante las cosas de la vida. No en su estado puro, más bien se dio una identificación relativa, mundana, más ligada a lo cotidiano.

El mismo Kartun explica en una charla más reciente con Dubatti,  que “los personajes representan valores más absolutos”. Pienso en Abel como representante del socialismo, contrapuesto a un Caín capitalista. Aunque mentiría si no admito haberme reconocido en algunas actitudes de Caín, celoso  y perdido en el hacer, sin ser. Ahí deviene la figura del otro: no somos sin ese otro metido adentro, bien adentro, pegado al yo.

La identificación final que terminó por definirme por Abel, fue una de las frases que lanza el personaje: decía que lo suyo no era la queja, sino la protesta. Me gustó esa perspectiva, decidí quedármela.

Kartun es un dramaturgo con mucha personalidad. Vuelca juegos de palabras e imágenes, recurre a otras historias, las une, las enlaza con sutileza. Coloca elementos originales, inteligentes.  Pienso que cuando escribe juega, y eso es lo que más me gustó de la obra. Al principio pensé que no iba a poder  entrar en ese mundo, el lenguaje me resultaba demasiado raro, no entendía ese universo ni a los sujetos que lo habitaban. Pero a los pocos minutos, ya estaba jugando: descubriendo yeites, escuchando azorada cada diálogo, conociendo a los personajes y a sus historias.

Lo que sucede cuando uno va a ver la representación de una historia ajena, es que uno juzga constantemente a los personajes hasta lograr tomar una postura.  A veces, ese momento nunca llega. Empezamos a amar y a pelear a esos seres que sólo el autor y sus actores conocen en profundidad. Y aun así, no pueden controlar las impresiones de su público. 

En esta historia, los personajes eran tres: Abel, Caín y Tatita, Dios. Claudio Da Paisano, Claudio Martinez Bel y Claudio Rissi, supieron humanizarlos. Incluso el sujeto más vil y recalcitrante de la obra, tuvo muchos momentos de empatía.

La realización de los personajes por parte de los actores fue notable. La interpretación de sus modos de  decir y hacer, incluso sus interacciones con el público, nos interpelaban como anónimos y como espectadores.

Como curadores de la técnica del “teatro dentro del teatro”, también nos hicieron reflexionar sobre nuestras propias decisiones y las ajenas, que a veces parecen manejar nuestros hilos. Se trata, según señala Ana Cáseres, de  un planteo “metateatral”, que convierte al teatro y sus dimensiones en una metáfora de la vida misma.

Terrenal, como habrán notado por el nombre de sus personajes, es la recuperación del mito bíblico de Caín y Abel a través de  la mirada Mauricio Kartun.  Está desarrollado en un espacio que aparenta ser contemporáneo, pero es tan sólo el efecto generado por  su construcción telúrica y argentina: vestimenta gauchesca, bombo, terreno de tierra, labores del estilo. Transcurre en un eje temporal eterno, tan desconocido como el misterio de ese mito originario. Si bien recoge un pasaje religioso,  su obra puede leerse como un guiño subversivo. Cuestiona,  expresa y secretamente, a las instituciones y creencias que se han presentado históricamente como las únicas reales. Por eso el subtítulo de la obra “Pequeño misterio ácrata”.

Sin embargo, en los detalles, la obra acaricia texturas de lo cotidiano. La fiesta, el baile, el trabajo, la envidia, el amor,  la pelea entre hermanos. Allí también me reconocí: siempre me gustó la pelea del decir con mis hermanos. Debatir en la pelea y que gane, no la fuerza de la violencia, sino la del ingenio. Eso también es rescatado de un modo mucho más certero en boca de Tatita en la obra.

Asimismo, otro detalle que vuelve a esta puesta aun más interesante, es el recurso del humor, entre las palabras que se dicen y el hilo trágico del mito. Kartun nos lo ofrece como punto de fuga, como un gran disipador de tensión.

Intenté contar mi experiencia general de la obra, me reservo algunos detalles para no arruinar la impresión ajena. Los invito a darse el gusto de verla en el Teatro del Pueblo, que también es carne de nuestra historia nacional. (1)



Ficha técnico artística: 


-Escenografía y vestuario:
 Gabriela A. Fernández
-Iluminación:
 Leandra Rodríguez
-Diseño sonoro:
 Eliana Liuni-Fotografía:
 Malena Figo
-Asistencia de escenografía:
Maria Laura Voskian
-Asistencia de dirección:
Alan Darling


-Los fragmentos citados de la entrevista a Mauricio Kartún fueron extraídos del libro “Terrenal, Pequeño misterio ácrata” de la biblioteca del espectador. Es una colección dirigida por el docente, crítico e historiador teatral Jorge Dubatti.
-Imágenes extraídas del facebook de la obra.
1-  El Teatro del Pueblo es un espacio que surgió por iniciativa de Leónidas Barletta en el año 1930 con el objetivo de “promover la accesibilidad de los sectores populares al capital cultural”. Información rescatada del Estudio preliminar de Ana Cáseres sobre la dramaturgia de Roberto Arlt.